[Columna de Opinión] ¿Innovación o Agilidad?
Se puede ser extraordinariamente ágil para seguir haciendo más de lo mismo.
Muchas empresas se están embarcando con gran entusiasmo en la implementación del enfoque «ágil». Lo que partió hace 20 años con el «Agile Manifiesto», documento escrito por unos especialistas en desarrollo software que propusieron un nuevo paradigma para el proceso de diseño y codificación de aplicaciones, se ha generalizado al extremo de constituirse en un marco de trabajo que aplica incluso a desarrollos que trascienden el mundo tecnológico.
Existen hoy día varias metodologías ágiles, como SCRUM, KANBAN y otras; se ofrecen cursos y certificaciones asociadas a este nuevo cuerpo de conocimientos y métodos; la transformación digital que está ocurriendo en muchas empresas no podría concebirse ni implementarse sin la aplicación de estas nuevas metodologías; y el enfoque ha trascendido mucho más allá del desarrollo de software que le dio origen.
¿Qué empresa podría decir que no quiere o no necesita ser ágil hoy día? Los mercados y consumidores cambian a velocidad vertiginosa; nuevas regulaciones exigen modificar propuestas de valor completas en corto tiempo; y el time-to-market ha pasado a ser el KPI por excelencia en muchas empresas. Es clave entonces implementar una cultura y procesos ágiles a todo nivel y en todas las áreas de una empresa.
Todo esto está muy bien, pero nuestra experiencia instalando estrategias y procesos para innovar en muchas empresas en Latinoamérica nos ha permitido detectar un error conceptual de alto impacto en la capacidad para innovar, que es muy común: se confunde agilidad con innovación. Claramente, no son la misma cosa: se puede ser extraordinariamente ágil para seguir haciendo más de lo mismo. Basta acudir al diccionario de la RAE para advertirlo. No es lo mismo hacer algo «rápido» que introducir algo «nuevo». No basta con volverse menos engorroso y más eficiente para innovar.
La agilidad como muchos la ven hoy día tampoco aplica en todos los proyectos y contextos. Incluso en el ambiente de desarrollo de software hay desarrollos que por definición no son «ágiles»: muchos módulos de software simplemente no se pueden ni se deben implementar en forma «ágil» usando los llamados «sprints» o entregas parciales; mucho del código «core» asociado a la infraestructura de datos y procesos estructurales continuará siendo construido usando la metodología clásica; y por último, no está demás recordar que según el diccionario de la RAE, lo contrario de «ágil» es lento.
Focalizar los esfuerzos de transformación cultural en una empresa para hacerla más ágil no es lo mismo que hacerlo para crear una cultura más creativa e innovadora. El desafío es entonces volverse ágiles siendo a la vez innovadores, porque como dice un antiguo refrán, «para ser el rey no hay que llegar primero, si no hay que saber llegar».
Guillermo Beuchat,
Director de Transforme Consultores.