Columnas de OpiniónEconomía y Negocios

[Opinión] La odisea de modelar un negocio escalable.

Por Madeleine Valderrama, Co Funder de Altum Lab.

Soy testigo directo de la titánica labor detrás de una startup. El entusiasmo inicial de una idea innovadora es solo la punta del iceberg en el largo camino de desafíos que las startups enfrentan en su día a día. 

Mencionar la palabra «startup» evoca imágenes de equipos jóvenes, dinámicos y apasionados, trabajando día y noche para convertir una visión en realidad. 

Haber concebido un producto, validarlo, hacerlo crecer y fortalecerlo para luego encontrar el «market fit» es ya un viaje titánico. Pero cuando uno cree que ha cruzado la meta, se da cuenta de que aún falta una parte: ¡El modelo de negocios! Porque, sorprendentemente, tener un producto que el mercado desea no garantiza el éxito sostenible a largo plazo.

Aquí es donde un buen programa de aceleración puede ayudar a ahorrar tiempo y dinero en interacciones innecesarias. Para nosotros fue el Revenue Acceleration Program (RAP) de AWS, un salvavidas para startups como la nuestra. A diferencia de otros programas que ofrecen consejos genéricos sacados de un manual estándar, RAP se destaca por su enfoque honesto, real y transparente, es una experiencia transformadora co construida con todos los participantes que aportan desde sus conocimiento, fracasos y aciertos. 

Uno de los principales aprendizajes que tuvimos fue que hay un elemento que a menudo se pasa por alto, pero que en mi experiencia ha demostrado ser crucial: el poder de definir lo que no es. Es tentador querer abarcar todo, decir que ‘todos’ son nuestros clientes o que ‘cada mercado’ es una oportunidad. Sin embargo, en ese afán expansivo, corremos el riesgo de diluir nuestra propuesta de valor y perder el rumbo estratégico. Tomarse el tiempo para identificar a quienes no son nuestros clientes, qué mercados no son el adecuado fit, o qué servicios no debemos ofrecer, puede sonar contraintuitivo, pero es un ejercicio revelador. Esta claridad en los límites nos permite concentrarnos en nuestras verdaderas fortalezas, enfocar nuestros recursos y ofrecer un valor diferenciado y específico a quienes realmente pueden beneficiarse de ello. En otras palabras, decir ‘no’ en los momentos adecuados es, paradójicamente, una de las decisiones más afirmativas que un emprendedor puede tomar. Es una manifestación de claridad estratégica y autoconciencia que, en última instancia, puede ser un motor potente para un crecimiento sostenido y significativo.

En conclusión, la travesía de una startup va más allá de solo encontrar el producto adecuado para el mercado correcto. Es una combinación de pasión, visión, adaptabilidad y, sobre todo, entendimiento profundo de los límites y potenciales de tu propuesta. Es crucial reconocer que el verdadero arte del emprendimiento radica no solo en lanzar ideas innovadoras, sino en esculpir, con precisión y estrategia, un modelo de negocio que sea tanto sostenible como escalable. A medida que avanzamos en nuestra propia jornada, somos más conscientes que nunca de la importancia de las alianzas correctas, del aprendizaje continuo y de la auto-reflexión. Porque, al final del día, la verdadera medida del éxito no es simplemente tener un producto que la gente quiere, sino construir un legado que perdure y haga una diferencia real en el mundo.

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